sábado, 17 de octubre de 2009

El charco espejo


En aquellas tardes no dejaban que saliéramos tanto tiempo, porque había muchas nubes grises.
A mi me preocupaba el hecho de que amaneciera nublado porque significaba que disponíamos de poco tiempo para salir.
Recuerdo que nos quedábamos horas y horas mirando a través de la ventana cuando no nos dejaban salir. Todo esto me parecía injusto, les daba mucho miedo que nos enfermáramos, pero nosotros no le veíamos nada de malo unos cuantos AHHCHU! o COF COF !! no eran nada serio.
Una de esas tardes después de tanto tiempo de permanecer en casa jugando con tu lampara de mano y una sabana haciendo sombras y adivinando que animal o de que cosa se trataba (ese juego me gustaba mucho). Estábamos entretenidos jugando y de pronto sucedió...
gruesas gotas de lluvia comenzaron a golpear la ventana!! y claro corrimos hacia la ventana. Yo trepado en el banquillo para poder alcanzar a ver y tu a lado mio observamos como el cielo se venia abajo era genial, fabuloso, en fin un espectáculo.
Entonces volteaste a verme y me dijiste que no nos dejarían salir mas, cosa que no comprendí, pues todo se veía tan bien allá afuera. Imaginé a todos saltando bajo la lluvia gritando y divirtiéndose, claro esas solo son fantasías, los adultos jamás harían eso.
Y llovió, llovió durante la noche y cuando amaneció seguía lloviendo esa mañana no me gustó verte tan triste te dije que inventaras otro juego, pero no tenias ganas. Esa misa tarde después de la comida dejó de llover y el cielo se despejo. Corrí escaleras abajo para pedir permiso de salir. Me vieron con esa cara de desaprobación, pero siempre me las he arreglado para poner una mueca triste que los podía ablandar. Accedieron pero con la condición de que nos enfundáramos en abrigos y botas para la lluvia.
Cuando subí a darte la noticia tu rostro cambió, tu cara era toda una sonrisa así que nos pusimos lo debido y salimos corriendo. Después de todo no esta nada mal que llueva a mi me encantaban esas botas rojas para pisar charcos y justo cuando pensé que no podía mejorar justo en la parte trasera de la casa, a un lado de los campos de trigo encontramos lo que después bautizarías como el charco espejo. Era un charco gigante, en ese entonces me pareció un lago que nació y se nutrió de la intensa lluvia. Ahí me enseñaste a lanzar rocas pequeñas para hacer "patitos" y a atrapar libélulas con frascos vacíos, pero lo que mas disfrutábamos era hacer barcos de papel para competir.
Ese recuerdo me pone muy feliz creo que de alguna manera aprendiste que no es tan malo que llueva o que pasen cosas que de momento nos parecen terribles, una vez que las cosas se calman el panorama cambia y muchas veces a nuestro favor.

1 comentario:

  1. Barquito de papel, de Joan Manuel Serrat

    Barquito de papel,
    sin nombre, sin patrón
    y sin bandera,
    navegando sin timón
    donde la corriente quiera.

    Aventurero audaz,
    jinete de papel
    cuadriculado,
    que mi mano sin pasado
    sentó a lomos de un canal.

    Cuando el canal era un río,
    cuando el estanque era el mar,
    y navegar
    era jugar con el viento,
    era una sonrisa a tiempo,
    fugándose feliz
    de país en país,
    entre la escuela y mi casa,
    después el tiempo pasa
    y te olvidas de aquel
    barquito de papel.

    Barquito de papel,
    en qué extraño arenal
    han varado
    tu sonrisa y mi pasado,
    vestidos de colegial

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